sábado, 28 de diciembre de 2013

Argénida Romero: “Los poetas son como los días; todos diferentes”


La noche del 16 de septiembre de 2013, cuando el reloj marcó las 6:00 pm, esta periodista de Diario Libre y poeta recibió, en la Librería de Cultura, el Premio Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro 2013, que consiste en RD$75,000.00, un diploma de reconocimiento y la publicación de su poemario "Arraiga".

Entonces tu poemario no lleva por título un apellido...
(Risas). El error disléxico me causó mucha risa en un primer momento, porque pensé que solo fue un error de la nota de prensa enviada por la FIL a los medios. Pero pase de la risa al... digamos, sorpresa, cuando vi el error reproducido hasta en una felicitación de la Presidencia que me enviaron. En serio, ¿a nadie le pareció extraño que un poemario llevara por título un apellido? Pero supongo que esta será una anécdota.

¿Y qué dijo el Ministerio de Cultura en cuanto a ese ‘pequeño desliz'?
Cuando vi la nota de prensa con el error, si menos no lo recuerdo, le hice la observación a la responsable de la edición del boletín de la Feria Internacional del Libro. No sé si esa persona tuvo que ver con el desliz, pero me brindó las disculpas de parte de la organización de la FIL. Pero, como te comenté, el poemario quedó renombrado como "Arriaga" y "el error escrito, escrito ésta"...y de paso, impreso y publicado.

Arraiga, también es el título de uno de tus poemas. ¿Por qué lo escogiste para titular tu poemario?

En principio el título era "(Des) Arraiga" y el poema al que te refieres también se titulaba así. Es ese momento, cuando le empecé a buscar un lugar a cada poema, ese en particular parecía agrupar "la voz" del poemario, de lo que trasmitía en su conjunto. Pero un amigo escritor cuando leyó el poema se detuvo en el título y me dijo que el "Des" parecía estar de más. Y sí, luego de un tiempo, con el poemario más acabado, también el prefijo me pareció "una H muda". Y ese poema habla de eso, del sentido de lo que permanece aunque ya no esté.

Para un poeta, ¿ganar un concurso es un logro o una responsabilidad?
Diría que es suerte.

En tu poema "Definición" dices que la nostalgia está hecha de casas que se derrumban. En tu caso, ¿se ha derrumbado alguna?

Se me han derrumbado barrios enteros.

¿Por eso en el poema "Buena niña" dices que estás cansada de ser humana?
No es por la casas que se me derrumban que digo eso en ese poema. Pienso, y siento, que a veces uno se cansa de ser lo que es un día cualquiera, sin más explicación que el cansancio. Y al otro día, todo te puede parecer nuevo y ames ser humana y ya no estés cansada. Así somos, hermosamente erráticos.

"Cordones rojos" está dedicado a Homero... ¿Simpson o Pumarol?
Pumarol. Conozco la poesía de Homero Pumarol por referencia de lectura y por El Hombrecito, el proyecto de Spoken Word que lleva con el escritor Frank Báez. Hace unos años, Homero sufrió un accidente automovilístico grave. Me mantuve al tanto de su recuperación, pues es alguien que he admirado a través de lo que escribe. Cuando lo volví a ver, luego de su accidente, en una presentación de El Hombrecito, me conmoví hasta las lágrimas. Ahí estaba, tan diferente al Homero que vi de lejos una que otra vez, pero cantando su poesía, hablando del primo en el Canal de la Mona, un fénix caribeño y sonriente. Me fijé que tenía uno de los cordones de uno de su tenis desamarrados... y de eso hablo en el poema.

Recientemente fuiste publicada en la antología "A la garata con puño": muestra de la poesía dominicana actual (UNAM, México). ¿Así se encuentra la poesía en nuestro país? 
Recuerdo que en el epílogo de esa antología, de la escritora y periodista dominicana, residente en México, Ariadna Vasquez, hacía referencia al sentido de "lanzar para causar alboroto", que es más o menos lo que significa "garata con puño". Es una figura muy dominicana para hablar de eso, de lanzar palabras y ver quien las atrapa. Ahora, si te refieres al significado visual de cuando alguien te dice "oye, se fueron como a la garata con puño", pues te diría que la poesía lo que menos tiene es eso, alboroto. Nadie "se va al puño" para leer poesía. Ni tampoco para escribirla. La poesía dominicana está en la acera, voceando "¡venga a ver!" a los que se van "a la garata con puño".

Una pregunta que sueles hacer constantemente en tu blog "El Diario de la Rosa" es: ‘¿Para qué sirve la poesía?', con tantas respuestas que has recibido, ¿ya puedes dar la tuya? 
Sirve para lo que quieras que sirva, si te sirve de algo.
¿Alguna vez te gustaría vivir de la poesía?
Si te refieres a vivir con pagar las cuentas y comprar comida, para eso la poesía no sirve.

Hernán Rivera Letelier: "El arte de contar historias es una de las cosas que se está olvidando entre los intelectuales".


Foto cortesía de Prisa Ediciones RD
El autor de “El arte de la resurrección”, ganador del Premio Alfaguara 2010,  vivió durante 45 años en el desierto más árido del planeta (Atacama, Chile), de los cuales 30 se reflejan en su piel por haber trabajado en minas a flor de tierra, entrelazado entre un sol que a veces calentaba hasta los 40 grados. Este escritor autodidacta -que descubrió la literatura a la edad de 18 años, pues en su casa solo había una Biblia- confiesa que si no hubiese sido por la poesía y las historias, tal vez no hubiese sobrevivido: “De alguna manera he sido una Sherezade”.

Su libro tiene algo que se parece a “Las mil y una noches”. Cuenta una historia dentro de otra y se repite varias veces.
Esas son las licencias que se dan en la novela. El efecto caja china como le llaman los entendidos en esto. Es una caja dentro de otra caja... La novela es eso. Es una historia dentro de otra historia. Así es la vida también. Lo que uno quiere hacer en una novela, es vida en palabras. Mis novelas pueden ser malas o buenas pero chorrean vida. Eso lo afirmo porque mis obras no están inspiradas en otros libros. Mis personajes no son personajes de papel. Vienen desde la vida misma.

¿Usted ha conocido a alguno de sus personajes?
A casi todos. Yo creo que soy uno de los pocos escritores de este mundo que tiene la dicha o la desdicha de encontrarme de pronto con mis personajes. Me da cierto temor sagrado. Ese temor al revés de los indios que no se dejaban fotografiar porque les robaban el alma. Yo me siento, un poco, como robándoles el alma a estas personas porque cuando los veo en la calle, yo me voy por la otra acera (Ríe). Yo los transfiguro porque es lo que tiene que hacer el novelista, inspirarse en una persona o hecho real. Para que sea novela tiene transfigurarlo, tiene que convertirlo en hecho o personaje novelístico. Porque si lo contara o describiera tal cual es, eso no es novela, es una crónica; y yo quiero ser novelista, no cronista.

¿No le gusta la crónica?
No, no me ha gustado nunca la crónica.

¿Y qué otro género literario le gustaría escribir?
A mí me encantaría retomar los poemas, pero lamentablemente los poemas terminaron conmigo. Escribí poemas durante 14 o 15 años y cuando pasé a la prosa nunca más volví a ver un poema. Un poema no se escribe como un cuento o como una novela. La verdadera poesía te asalta o no te asalta. Si lo haces con técnica, los versos van a estar vacíos de poesía porque hay gente que confunde poesía con poemas. Yo sigo haciendo poesía, pero ahora en prosa. Lo que no hago son poemas.

La frase “Lo humano triunfaba sobre lo divino” –de su libro-, ¿cree que lo estamos viviendo en la actualidad?
Siempre lo humano ha triunfado sobre lo divino, al final de cuentas. Es cuestión de que mires la historia de la humanidad. Todas las caídas de los imperios, todas las caídas de las civilizaciones han sido culpa de la debilidad humana, del pecado humano. Incluso nos corrieron del paraíso por la debilidad humana. Todos los cristos elquis que han venido los hemos tratado mal. Ha triunfado lo humano sobre lo divino.

¿A cuáles cristos se refiere?
Yo llamo cristo a todos los mesías, iluminados o profetas de las distintas civilizaciones que han venido. Como Buda o Gandhi.

No necesariamente para usted deben de tener poderes sobrehumanos, sino ser líderes…
Exacto, exacto… El problema es que la mayoría de estos iluminados también caen impetuosamente por el lado humano. Todos estamos condenados al pecado. ¿Parezco predicador? (Ríe).

Dice la Biblia: "La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve", pero el Cristo de Elqui se cansó de esperar y abandonó todo, ¿por qué?
Claro, a los 22 años se dio cuenta de que había predicado en el desierto, que sus semillas no habían fructificado y que ya no creían en él. Renunció. Yo creo que hasta el mismo Cristo de los evangelios cuando dijo: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, de alguna manera renuncia. Este es un cristo humano que al final tira la esponja, tira la toalla. Es humano.

¿No se supone que la fe es lo que mueve la vida de las personas? 
Sí, pero también la fe en algún momento decae. La fe se apaga también.

¿Usted ha sentido que ha perdido la fe?
Muchas veces. Yo soy un hombre de fe ¡y de mucha fe! Como dice el Cristo de Elqui en la entrevista que le hacen: “Lo importante no es el dios sino la fe”. Si yo no tuviera fe, no estaría acá. Somos humanos.

Además de humano, ¿cómo usted describe al Cristo de Elqui?
Es un cristo con contradicciones, con errores, con milagros fallidos…

Confunde entre su fe y la locura...
Es que eso siempre queda en duda. ¿Es un loco? ¿Es un iluminado de verdad? ¿Es un farsante? ¿Es un santo? ¿Es alguien que se aprovecha de la gente? Eso queda a criterio del lector. En ninguna parte se afirma uno o lo otro. Ni yo lo sé siquiera. Yo terminé la obra y me quedé sin saberlo también. De pronto siempre digo: "¿Y si en verdad hubiese sido el verdadero cristo en su segunda venida? ¡Lo trataron como a una pelota!

Pero los milagros no le funcionaron. Excepto el de la gallina, claro.
Que tampoco está muy seguro él, porque piensa que ha visto muchas gallinas a las que le han apretado el cocote y de repente se paran. Entonces, tampoco se sabe si es un milagro o no.

Si el Cristo de Elqui no tenía el arte de la resurrección, ¿por qué el libro se llama así?
¡Ah! Porque es un bello título (risas), porque considero que la resurrección, si es que existe, es el arte más excelso que se pueda imaginar uno. Imagínate revivir a alguien muerto (risas).

¿Qué recomendación daría usted a sus lectores? 
Ninguna. Podría decirles que en mi libro, y en cualquiera de mis libros, van a encontrar una reivindicación por el arte de contar historias, por el arte de oír historias, que es una de las cosas que se está olvidando entre los intelectuales. Dejan de lado el contar historias, que es lo esencial de una novela, se miran mucho el ombligo y escriben para escritores. Si yo hubiese sido mujer, hubiese sido Sherezade, contando historias para no morir. Si yo no hubiese contado historias, no hubiese sobrevivido a ese desierto. Creo que mi califa era el desierto…

Sinopsis del libro
Tras la muerte de su madre, Domingo Zárate Vega se hace ermitaño en el Valle de Elqui. Allí descubre, a través de una visión, que él es nada más y nada menos que la reencarnación de Jesucristo. Luego de casi 22 años predicando en bien de la humanidad, se entera de que en la oficina Providencia vive una prostituta que se llama Magalena Mercado, quien venera fervientemente a la Virgen del Carmen. Creyendo que es un señal divina la busca con el propósito de que sea su discípula -y amante- y juntos divulgar la inminente llegada del fin del mundo.

Juan Gabriel Vásquez: "Las novelas no dan respuestas, más bien tratan de hacer más preguntas"

Foto: Maglio Pérez
El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, quien visitó República Dominicana para promocionar su novela "El ruido de las cosas al caer", ganadora del Premio Alfaguara 2011, está convencido de que su generación vive con miedo a causa del narcoterrorismo, es por ello que su libro, aunque no fue escrito con tales intenciones -según sus palabras-, trata de descubrir cómo esto ha marcado su vida y sobre todo por qué ha sucedido. En este año, su historia también le ha hecho merecedor del premio italiano Gregor von Rezzori 2013, galardón destinado a las mejores obras narrativas extranjeras.
Una pregunta indiscreta, ¿qué edad tiene usted? 
38, no es tan indiscreta (risas).
Le pregunto porque Antonio Yammara (personaje del libro) dijo haber leído que el hombre debe empezar su historia a partir de los 40 años, ¿ya usted empezó e escribir la suya?  
Eso es algo que Yammara lee sin citar la fuente y la fuente es una novela de Juan Carlos Onneti que se llama "El Pozo", en la que el personaje dice eso... Yo tengo dos años para pensarlo, pero creo que voy hacer una novela más bien. 
Confiese: ¿Se ha obsesionado usted, al igual que Yammara, con alguien como para querer investigar su vida? 
Bueno, sí, muchas veces. De hecho así nació una novela que escribí que se llama "Los informantes", por una curiosidad muy intensa que empecé a sentir por la vida de una mujer judío-alemana que había llegado a Colombia en 1938 y que conocí en 1999. La obligué a que se sentara conmigo 4 o 5 días a que me contara su vida. Con más o menos dedicación, así suelen nacer mis libros, del interés por una persona, alguien que vi o alguien que conozco. 
¿O sea que usted ha conocido a los personajes de sus historias? 
No siempre. A veces conozco personajes a quienes después les invento una historia. Es el caso del personaje de la novela, Ricardo Laverde.

¿Usted lo conoció? 
Conocí a una persona en la época en que estudiaba derecho en Bogotá. Lo vi ponerse unos audífonos para oír una grabación y comenzar a llorar de repente; eso siempre se me quedó como una posible historia para contar. Nunca pude hablar con él... pero hoy me hubiera acercado y le hubiera preguntado: ¿Qué le pasa? ¿Qué está oyendo? ¿Quién es usted? Como no lo pude hacer, entonces unos 20 años después me lo inventé. 

¿Por qué escribió el libro en primera persona? 
Porque me interesa explorar los hechos que se cuentan en el libro... cómo esa época marcó a mi generación. El narrador en primera persona puede decir: "yo no conozco", "esto es un misterio", "voy a investigar". Eso es más difícil en tercera persona porque el lector siente que hay una voz que ya sabe toda la historia y que simplemente está fingiendo que no la sabe. 

¿Y lo logró? 
¿Qué cosa?

Responderse.
No, pero si surgieron una cantidad de preguntas interesantes. Yo creo que las novelas no dan respuestas, más bien tratan de hacer más preguntas. Lo que si hacen es permitirle a uno lidiar mejor con la experiencia. Yo creo que vivimos en una situación muy rara que nos acostumbró al miedo y que quedamos con eso por dentro. Así que igual saqué y entendí algunas cosas mejor, pero no resolví todo el problema. 

¿Por qué cree que tiene tanta acogida el tema del narcotráfico y los capos en las series, novelas y películas?
Tiene acogida porque es un mundo que se puede contar con mucho amarillismo, con mucho sensacionalismo y eso le gusta a la gente, pero desde luego no es la razón por la que es interesante una novela como "La Virgen de los sicarios" de Fernando Vallejo o como las novelas de Laura Restrepo. Resultan interesantes, no por su tema, por tratar el narcotráfico, sino por cómo lo trata, por revelarnos que no hemos terminado todavía, a pesar de todas las cosas que se han dicho, de entender cuál es el impacto en la vida de la gente.

Pensaba Ricardo Laverde que la ‘cosa' (la droga) algún día se iba legalizar, ¿usted cree que suceda?
No creo, pero me gustaría. Puede que se legalice en algunos países pero eso no tendría ninguna utilidad. Los que creemos que la legalización es la solución a la violencia, a la corrupción, al poder de las mafias, sabemos que tiene que ser total. No tiene ningún sentido que se legalice en algunos países productores y no se legalice en los consumidores, principalmente Estados Unidos, y en Estados Unidos nunca se va a legalizar, porque hay un puritanismo demasiado marcado en la consciencia de la gente para que un político se atreva a pronunciar esa palabra. Allá saben que si un candidato se atreve a pronunciar la palabra legalización, no solo pierde las elecciones, sino que queda muerto como político para toda su vida; entonces eso nunca va a pasar.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Edmundo Paz Soldán: "Hoy se venden más libros que antes, pero la venta se concentra en menos nombres".


Foto: Andi Gómez
"Tener un tirón comercial no significa necesariamente que el libro tenga calidad y viceversa", así lo considera el boliviano Edmundo Paz Soldán, quien con su hablar pausado y tono bajo podría confundir a su interlocutor respecto al poder de sus palabras, sin embargo, este doctor y profesor de Literatura Hispanoamericana, sabe utilizarlas para decir lo que piensa sin tapujos. ¿Será por esto que es escritor?
En 2012 participaste en un libro de relatos de varios autores titulado "Sam no es mi tío", por lo que surge una pregunta muy obvia: ¿Si no es tu tío de quién es? 
(Risas) Creo que el libro en cierta forma trata de jugar con la idea de la relación encontrada o desencontrada que tenemos con Estados Unidos... Tenemos una relación afectiva con ese país, pero no nos sentimos de la familia, no nos sentimos del todo incluidos, entonces creamos nuestra propia comunidad de afectos: las comunidades hispanas. Curiosamente me la pase allá hablando más español que inglés, porque ese país es tan grande que te permite crear tus propios mundos. 
¿Tiene esto algo que ver con el hecho de que sueles tocar la migración y la violencia en tus libros?
Creo que es inevitable luego de más de 20 años viviendo allá. No fue hasta hace 10 años que escribía novelas y libros ambientados en Bolivia y vivía como un extranjero en Estados Unidos. Pero después de tantos años vas echando raíces y te preocupa a dónde va la sociedad norteamericana y, claro, te impacta la vivencia cotidiana. Es inevitable, como está el tema de las armas y el otro tema de la migración que también nos toca muy de cerca. Por suerte, con la victoria de los demócratas creo que hay una esperanza porque su mirada es un poco más conciliadora y más incluyente que la mirada de los republicanos.
Gracias a tu novela "Los vivos y los muertos", Mario Vargas Llosa te elogió como una de las voces más creativas entre los nuevos autores de Latinoamérica, ¿te crees merecedor de ese honor?  
Creo que uno nunca debería creerse merecedor de ningún elogio, más bien debería creerse merecedor de todos los ataques (risas). Yo tengo una idea, no sé si es un problema mío, creo que es un problema de la forma perversa en cómo trabaja nuestra psiquis: si sale una novela mía y salen 10 reseñas, nueve son positivas y una negativa, me acuerdo más de la negativa, me quita el sueño, me va dando vueltas y digo: "Ah, ¡está es la verdad acerca de...!".
¿No es esa una verdad subjetiva?
Claro, son todas verdades subjetivas. Creo que es importante agradecer, obviamente, que una persona de la talla de Mario Vargas Llosa haya dicho algo positivo, pero creo que el día en que te lo creas de verdad comienzas a dejar de funcionar como escritor, y a mí me gusta serlo. Si yo escribo es porque siento que no he llegado a nada, que podría hacerlo mejor y que siempre hay una nueva oportunidad en el siguiente libro que vaya a escribir. Entonces prefiero concentrarme en mejorar los defectos que tengo y, a veces, si me dicen algo positivo, no me lo creo del todo (risas).
¿Y por qué no piensas más en positivo?
O sea, yo pienso en positivo, no es que se trate de falsa modestia, solamente que no trato de enfocarme en eso. He visto que la literatura es muy traicionera y es muy fácil que se te suban las cosas a la cabeza. Yo creo que hay que mantener cierta distancia de todo eso.
Coincidencialmente el escritor dominicano Pedro Antonio Valdez en su libro "La salamandra" critica que los poetas tienen el ego muy elevado, ¿eso pasa con todos los escritores?
El ego del escritor es muy frágil porque estás trabajando con símbolos. Hay uno que otro escritor que conoces que le ha ido bien comercialmente, pero la gran mayoría funciona a partir de símbolos, es decir, de buenas reseñas, de si te invitaron acá o no te invitaron, y es como un ego muy frágil e hipersensible. Esa es una paradoja. Por un lado es un gran ego, y por otro es muy frágil. Por un lado es un ego muy fuerte, pero si lo sueltas se cae. Es como un gallo sacando el pecho por su libro y apenas escucha una frasecita mal, ya está deprimido tres días. ¿Será para tanto? O sea, sí, nos pasa a todos de alguna forma.
Tu libro "Palacio quemado" toca el tema sobre si la palabra puede transformar a un país, tú como escritor, ¿crees que es posible?
Sin duda, creo que si ves nuestra historia latinoamericana, han sido más las palabras que los hechos. Nosotros tenemos una larga historia de caudillos populistas que han encendido las plazas a través de su gran oratoria y han impactado a pueblos enteros. Creo que en nuestros países se ha dado mucha importancia a este tipo de carisma, muchas veces más que a los hechos concretos de qué es lo que hacen. A veces no hay coherencia entre las palabras y los hechos. Así es que sí, estoy seguro de que la palabra tiene un gran efecto. En la literatura muchas veces puedes ganar cosas de uno en uno, es un trabajo de hormiga, muy lento. De vez en cuando puedes tener un gran efecto como Gabriel García Márquez, pero en general la literatura es muy restringida en sus efectos, en comparación con la política. Son diferentes formas de utilizar la palabra. Es por eso también que muchos escritores en Latinoamérica se han visto tentados a entrar a la política, claro porque ven a la literatura como un campo restringido y entonces tienen esa necesidad de salir a la esfera pública, de hacer algo más concreto para cambiar las cosas.
¿Te gustaría incursionar en la política?
No. Me interesa la política, escribo mucho sobre política y alguna vez pensé que podía ser político, pero me di cuenta de que mi carácter no sirve para ello; no tengo el carácter del político, que es muy peculiar, que necesita de cierta intensidad que no tengo (risas). Creo que como escritor necesito el contacto con la gente, pero también el poder de refugiarme en mi cueva, es un vaivén que creo que en política es diferente.
En este año el diario El País publicó un artículo que dice que el poeta latinoamericano ya no hace revolución...
Lo que pasa es que todo funciona de una manera muy indirecta. Yo creo que la poesía tuvo un momento dorado en la literatura latinoamericana del siglo XX, y quizás en este momento hay poetas muy importantes, pero tal vez no tienen la presencia pública que tuvo en el siglo pasado Neruda u Octavio Paz. Sí, puedes decir que algo ha cambiado, pero no creo que sea con la calidad de la poesía, sino por lo que se mueve la poesía, que quizás se mueve a través de circuitos más secretos y ya no tiene la presencia tan fuerte en las plazas públicas a las que todo el mundo acudía.
El Día del Libro escribiste para el diario El País el artículo "Los siete libros que no te conviene rechazar" en el que expresaste: "...cada vez es más fácil que un buen título se pierda, un notable autor sea olvidado, la obra "menor" de un grande no sea tomada en cuenta..." ¿Temes que esto suceda con algún libro tuyo?
(Respira profundo) Creo que esto ya me sucede (risas). Es muy difícil, lo que sucede es que hoy se venden más libros que antes, pero la venta se concentra en menos nombres, es decir, tienes más gente que compra pero que lee "Los Juegos del hambre" o "Las cincuentas sombras de Grey". Hay unos cuantos títulos que acaparan el 70 u 80% de los lectores, que quizás sea menos... no hay un término medio que te permita desarrollar una carrera con la que te puedas dedicar solamente a la escritura, eso es bastante utópico en la literatura latinoamericana, entonces no me siento ajeno a esto, pienso que me sorprende mucho descubrir grandes libros que pasan desapercibidos; ya no es una excepción, pienso que es la nueva regla. Tener un tirón comercial no significa necesariamente que el libro tenga calidad y viceversa. Puede ser que escribas muy bien, pero eso no indica que mañana vamos a estar hablando de ti. Claro, la industria cultural se mueve, es un monstruo que hoy necesita estos grandes nombres para poder moverse en todos los países y con esos grandes nombres es muy fácil que muchos títulos y editoriales buenos se pierdan. Es difícil competir con tanta publicidad y con tanta concentración de capitales en pocas manos. Si te gusta la literatura, ni modo, quizás esas sean las reglas del juego y hay que jugar.

Leonardo Valencia: "El momento de la lectura es ese encuentro entre un escritor que quiere responderse una pregunta y un lector que tiene la misma expectativa".


Foto: Yaniris López
El doctor ecuatoriano en Teoría de la Literatura por la Universidad Autónoma de Barcelona, autor de obras como "El desterrado" y "La luna nómada" y uno de los 39 escritores menores de 39 más destacados de América Latina, recientemente visitó República Dominicana para ofrecer la conferencia "El arte de la novela en la era de las nuevas tecnologías", por lo que aprovechamos su estadía para conversar acerca del futuro de este género literario.

En su conferencia dijo que el secreto de la novela es nacer y renacer, ¿en qué punto cree que se encuentra ahora? 
Permanentemente nace, muere y vuelve a nacer, o sea, está en un ciclo permanente de movimiento. Lo que pasa es que hay momentos de transformación, pero no se pueden medir; necesitamos de mucha perspectiva todavía para hacerlo. 

También hacía referencia a que la novela es viajera, ¿o sea que el papel es el equipaje que ha llevado esta? 
Lo ha llevado por muchos siglos, pero antes lo llevó el pergamino, lo llevó el papiro y ahora vendrán los lectores digitales, es un proceso de mutación. Tampoco sabemos hasta qué punto la tecnología digital seguirá guiando a la novela. Si llega a durar 100 o 200 años, el papel le habrá ganado. 

¿Se podría decir que la novela se encuentra en el mismo debate de la prensa?
No, es distinto. La novela necesita un tiempo largo de lectura y el periódico se lee rápidamente. Están muy hermanados porque, por ejemplo, cuando viene el proceso de imprenta también es cuando surge el diarismo masivo. El periodismo necesita captar la información más breve, la novela no. Entonces la situación del periodismo es más dramática porque la impresión es permanente y diaria. Creo que el periodismo es más radical; los periódicos van a desaparecer muy rápidamente.

Si la novela es democrática como explicó en su conferencia, ¿por qué la gente pareciera que le huye? 
La gente no le huye a la novela. Creo que hay muchos mitos porque a veces parecería que se estuviera esperando que la novela tuviera el mismo alcance mediático que la televisión y el cine, y no es así. Aun así se leen más novelas que antes. Lo que pasa es que la novela no es una, hay distintos géneros y cada tipo de lector tiene que encontrar el más cercano a él. Los lectores de novela suelen ser fieles, son grandes minorías pero siempre ha sido así. Cuando entras a una librería lo primero que encuentras son novelas, no están colocadas en un rincón; la poesía y los textos de teatro están en un rincón.

Coincidencialmente el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán dice que la calidad no está relacionada con la venta ni viceversa y que la gente no se concentra ya en nombres de autores sino en títulos.
Claro, eso nunca ha estado vinculado. Siempre habrá novelas muy exitosas y muy vendibles. Hay novelas para consumo masivo y rápido, y hay novelas para un público más exigente. A la novela no se le puede clasificar como "la novela", son "las novelas" porque tiene esta condición mutante, está siempre cambiando. Es muy traviesa la novela (risas), se te escapa.

¿Por qué eligió el paso del caracol por el pantano? 
Porque la novela, aunque está vinculada a nuestro tiempo, aunque se acerca a los lectores, aunque está vinculada a las tecnologías, también es pausa. O sea, una pausa para reflexionar, para crear arquitectura verbal, observar el mundo. Una de las virtudes del novelista es la paciencia, no se escriben novelas de un día para otro. Se necesitan meses y hasta años, por eso lo del paso del caracol por el pantano. Va tranquilito, pero va atravesando el mundo que le tocó. 

¿Y qué cree de los autores que publican un libro anualmente?
Bueno, responden a una dinámica específica. Está desde el autor que escribe porque tiene que vender, hasta los autores que tienen una adicción por la escritura, que no pueden estar sin escribir y entonces van publicando un libro anualmente. El asunto es qué tipo de autor quiere ser. No soy un autor de libros de un año, primero porque no podría escribir un libro cada año y segundo porque soy de la idea de que cada libro que uno escribe tiene que ser una aventura diferente... una nueva búsqueda, un nuevo paso. 

Entonces, ¿usted va perfeccionándose en el camino?
O voy para atrás (risas), uno nunca sabe. Para mí la escritura es una forma de conocimiento, no es solo coger y volcar una historia, sino tratar de explorar esa historia. Escribimos novelas porque a veces no encontramos un referente en el mundo que nos explique claramente ese tema que estamos tratando, sea el amor, la política, la traición, la amistad... El momento de la lectura es ese encuentro entre un escritor que quiere responderse una pregunta y un lector que tiene la misma expectativa y, ahí, en ese diálogo, se produce esa cosa maravillosa que es la literatura.

Y en su caso, ¿qué busca?
Hay un tema que me interesa mucho: entender la condición nómada de nuestra época. ¿Qué pasa con ese desplazamiento? ¿Dónde estamos? ¿En qué momento vivimos y cómo nos vamos adaptando a ese escenario? ¿De qué manera nuestra visión del mundo, nuestras expectativas, crean un mundo de ficción para poder sobrevivir a estos cambios? Esas son un poco las preguntas que están en mis libros y es un poco a lo que trato de acercarme desde distintos caminos y territorios.


Para conocer los trabajos de este escritor, visita su página:

Juan López Bauzá: "República Dominicana es una sociedad más libresca que la de Puerto Rico"


Foto: Nelson Sosa
El escritor puertorriqueño Juan López Bauzá visitó recientemente el país, invitado por la Oficina del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en la República Dominicana, para promocionar su novela "Barataria", una obra satírica acerca del estatus político de Puerto Rico y que ganó el Premio Las Américas 2013. 

Hay quienes dicen que el hecho de volver a la literatura clásica es un gesto valiente, pero provocativo. ¿Lo considera usted así? 
Como ahora mismo estamos en el momento de la literatura "light" y fácil, pues era una apuesta un poco riesgosa, pero como dicen: "No hay arte sin riesgo". 

¿Y no tuvo inconvenientes para que una casa editorial le publicara? 
¡Sí, todas me rechazaron! De las que hay, y no hay muchas en Puerto Rico, me rechazaron cuatro de las más importantes. La última, que era la más nueva, la leyó y después de 60 páginas me dijo: "Yo quiero publicarla". 

¿Por si acaso esa tiene corte independiente? 
¡Sí! Es un muchacho muy joven y está haciendo cosas extraordinarias, tiene una editorial nueva. Él se tiró el riesgo conmigo y nos salió extraordinariamente bien. Después que me dieron el premio, que habíamos pasado todo el drama, él me dijo que cuando la leyó supo que era una novela que se iba a leer por muchos años.

Usted es conocido como un crítico de Puerto Rico. Confiese: ¿Aprovechó el libro para hacer la crítica con palabras más bonitas? 
Sí, exactamente. Muy bien puesto (risas). Es un libro que trata sobre la política en Puerto Rico, el desastre que vivimos allí, de la humillación que tenemos que pasar a diario. En la colonia no mandamos nada. En las cosas importantes no mandamos nada. Entonces es una novela sobre eso, sobre cómo ese tipo de cosas a la larga va erosionando la psicología de todo el mundo, y sobre todo de la gente que busca la anexión. Todo el mundo queda afectado por esto un poquito, inclusive yo. 

¿O sea que hay un poco de usted en esos personajes? 
Seguro. Claro que sí (risas). Menos en el principal, porque es más una caricatura. Es una novela para reflexionar, es cómica porque es una epopeya satírica, que a través del humor y de la risa puedes ir llevando ese mensaje de lo que somos, de lo que nos han hecho que seamos y lo que hemos dejado que nos hagan. 

¿Si sucede una revolución en Puerto Rico, usted será uno de los primeros en tirarse a la calle?
¡A mí me van a matar de primero! (Risas) Me van a buscar a mi casa. 

Se ha dicho que el libro tiene influencias de El Quijote. ¿Se podría decir que usted tiene influencias de Cervantes? 
Sí, soy un fanático de Cervantes hasta la muerte. El Quijote tiene grandes influencias en Barataria. Las aventuras que se ven ahí son parecidas de alguna manera, no todas, pero hay ese paralelismo de las aventuras y lo que pasa en El Quijote. No tienes que leer El Quijote para leer esta novela. La puedes leer fácil. Pero si lees el Quijote vas a encontrar todo. 

Incluso, se ha comentado que su libro es el Don Quijote boricua. ¿Esto es un logro o una responsabilidad? 
¡Es una responsabilidad! (risas). Una carga grandísima que te ponen sobre los hombros. De verdad no creo que le llega ni remotamente al Quijote, créeme (risas). Me siento muy halagado, pero sé que eso no es verdad. Y no es que esté menospreciándome, es que estoy poniendo en su justo valor al Quijote. No es falsa modestia. Tampoco quería que fuera una copia, ni que lo estuviera imitando. Cogí prestada la idea que le sirvió para criticar a la sociedad de su época, que estaba así como la nuestra, colapsando, pero eso me vino no por una inspiración, sino por una circunstancia. 

¿O sea que usted conoció a sus personajes?
¡Sí! Conocí a dos tipos, uno de ellos es amigo mío y conozco al otro a través de él. Cuando los veo yo digo: "Ay, Dios mío, estos son Don Quijote y Sancho, igualitos". Cuando llegué a la casa a visitar a mi amigo, los encontré haciendo planes de irse a los montes caminando a buscar artículos taínos. Entonces ahí yo enganché con esa idea de búsqueda de algo desaparecido, de algo que ya no está para que ellos encuentren lo que sí está, que es el Puerto Rico que estamos viviendo. El Puerto Rico de la locura política, de la violencia... Es decir, que todo eso yo lo hacía con el periódico, iba viendo las noticias y decía: "Mira esto, está perfecto para una aventura", así como historias que conozco también. Es una mezcla de todas las cosas. Pero también hay influencias literarias, hay influencias en la trama de Fausto de Goethe, de Borges y de todos los autores que uno va interiorizando. 

¿Por qué los dominicanos deberían leer su obra? 
Porque pienso que además de ser una obra puertorriqueña es una obra antillana e incluye un capítulo muy importante que es mi favorito, que es donde se narra el secuestro de un grupo de dominicanas que vienen en yola hasta que su familia en Puerto Rico paga el rescate. La historia de nuestros países está relacionada en más de una forma, es decir, ahora son los de allá que vienen para acá, pero antes eran los de aquí que iban para allá. República Dominica está pujante y son dueños de sí mismos, pero uno (en Puerto Rico) tiene el compromiso de tratar de cambiar las cosas. Yo quiero que esas situaciones políticamente hablando se modifiquen y que nosotros seamos responsables de nuestro destino, ahí puedo sentirme más relax, pero mientras esté el mogollón pasando y que creo que ahora se pondrá bien, bien grave, entonces como que tengo esa alianza con mi país y ver si puedo de alguna manera contribuir a ese cambio. 

Usted dice que la historia de República Dominicana y Puerto Rico está muy ligada, ¿entonces a qué cree que se atribuye que hay como un aislamiento literario entre los dos países? 
Eso pasa, no entiendo por qué. Creo que la República Dominicana es una sociedad más libresca que la de Puerto Rico y está más enganchada en el ambiente libresco latinoamericano. Un texto en Puerto Rico está completamente aislado, como es una sociedad que vive tan colonizada y como tan aplastada por la situación, pues la industria del libro es muy pobre, las librerías son muy pocas y hay mucha gente que escribe, pero verdaderamente las grandes editoriales pisan a los escritores puertorriqueños. Yo pienso que es porque hay tan poco mercado en Puerto Rico, pues ellas dicen: "Si el principal mercado es ese y es tan chiquito, imagínate qué vamos a hacer", creo yo, pero aquí me he dado cuenta de que están más conectados, que nosotros estamos más aislados del mundo hispánico del libro. Creo que esa es la razón, pero no puedo decirte al 100% que lo sea. Es mi sentimiento. Por ejemplo, Pedro (Cabiya) me llevó a la Librería Cuesta de aquí y me he quedado como si fuera un niño chiquito que va a un sitio de dulces porque en Puerto Rico no hay nada así. Yo pasaba por esos estantes y decía: "Mira, todos estos libros y allá en Puerto Rico es imposible". Aunque no lo creas, allá estamos más atrasados que aquí en cuanto a la industria del libro. El mundo político nos aísla del mundo cultural. 

¿Y será por eso que de ustedes se conoce más la música que la literatura?
¡Seguro! Recuerda que la música no es como la literatura. La música la puede escuchar cualquiera y es más fácil que trascienda las barreras. La cultura popular puertorriqueña sí está muy metida, a través de la música, en el resto América Latina con la Salsa y ahora el Reggaetón, pero la literatura no, porque involucra literacidad, que se lea. En ese sentido son dos medios tan distintos, que no creo que se pueda hacer mucha comparación. La literatura sigue siendo un termo y recuerda que la música no amenaza el Statu Quo y todos los escritores de Puerto Rico amenazan el Statu Quo, es decir la parte política, no directamente, pero de una forma u otra son críticos de todo eso.