domingo, 30 de diciembre de 2018

Wingston González: "El compromiso del poeta está con su idioma"

Foto: Wingston González

Lo que conoce el joven poeta guatemalteco Wingston González de la literatura dominicana actual es muy poco. Sin embargo, desde que se asomó al Santo Domingo de Postales de su amigo el poeta Frank Báez y de El Hombrecito, así como a la música de Rita Indiana o al movimiento de spoken word que hay en el Caribe, quiere entender la escritura de un vecindario tan próximo y tan desconocido en Guatemala. Es por esto que afirma sentirse muy emocionado de la idea de leer en la urbe, al aire libre, en el Metro de Santo Domingo, y estar en contacto con la gente a través de su participación en la 21ª. Feria Internacional del Libro Santo Domingo (#FILSD2018).

Según tus palabras, escribes textos poéticos para no aburrirte. ¿Qué tiene la poesía que evita que lo hagas?

No se me da bien hablar de literatura. En realidad no se me da bien hablar —o vocalizar— sobre cualquier cosa. Pero desde siempre tuve una propensión a contar, recitar o divagar sobre las cosas. Conocí la lectura en la biblioteca parroquial de mi ciudad. Mis madres creían que el lugar estaba endemoniado, y nunca fuimos muy fans de alojar bugs espirituales. Aún así, como de todos modos nos perseguían a donde nos mudásemos, seguí yendo. En el último sueño con mami Marta, mi abuela, fallecida hace año y pico, mami Marta descorría unas cortinas colgadas entre los árboles de un bosque. Mi abuelo Martín, que al parecer murió en un hospital del Bronx cerca del 2000, o algo así, corría en cuerpo de venado al rededor del patio de nuestra primera casa en París, un barrio de Livingston. La lectura, solo detrás de los sueños, es mi principal proveedor de mundos alternos y, hasta ahora, no he encontrado dealer más generosa, ni tampoco más exigente. 
La poesía es un medio para involucrarme en las otras cosas que hay —hubieron, habrán— detrás del lenguaje ordinario.

Ahora que los libros están a un clic de distancia, ¿sigues frecuentando bibliotecas? ¿Crees que en algún momento alguien haga un proyecto como “deadmall.com” llamado “deadlibrary.com”?

(RISAS) Por 10 años viví en el altiplano de Guatemala, muy lejos de las urbes y más lejos aún de Internet —algo que, en 15 años, ha cambiado mucho—. Sin embargo, en cada pueblo había una biblioteca, algunas muy, muy, pero muy bien equipadas. Sí, los libros están a un clic de distancia. Aunque creo que falta mucho para cerrar la brecha entre las personas y ese clic. Seguramente habrá un deadlibrary.com, pero, a diferencia de los malls, quizá para ese entonces habremos zanjado esa brecha y nos encontremos con un nuevo tipo de lector que aún no podemos prever. Pero en lo que llega ese momento, mañana tengo que devolver un libro a la biblioteca del Centro Cultural de España en Guatemala.

¿Y qué piensas de las redes sociales? ¿Son competencia o aliadas de los escritores?

Ni competencia ni aliadas, sino herramientas. Las redes sociales virtuales, me parece, funcionan una expansión, una realidad aumentada, de las redes sociales que la especie (incluso la vida misma) viene construyendo por millones de años. Así que es más un desplazamiento hacia otros campos del lenguaje, una sofisticación de las herramientas. Aunque también es verdad que como herramientas aún quedan muchas posibilidades por explorar y entraña un chingo de aspectos que aún no terminamos de entender y que deviene en peligros y certezas de peligros. Por mi parte, hace un año cerré mis perfiles en la mayoría de los servicios de red social, excepto dos aplicaciones de mensajería, correo electrónico y página web. Con eso me basta, la verdad.
Afirmaste en una entrevista que tu libro traslaciones lo escribiste para desacralizar al ser humano. ¿Por qué hacerlo? ¿Sientes que es necesario?
Ya no estoy seguro de eso. Cuando junté los textos de traslaciones quería comunicar el desasosiego que me causa la finitud de las cosas. O eso es lo que sé ahora. Todos los días, mientras voy al trabajo —cuando tengo trabajo— toca esquivar en la calle los reclamos de cierta trascendencia light, sacralidad pensada para el consumo: la publicidad, la televisión, los cupones de descuento, los sorteos, las promesas de viajes a Dubai, los edecanes promisorias. Los personajes de traslaciones, en cambio, están instalados en una especie de cultura del desierto, de puertas abiertas, enfrentados únicamente a su cuerpo y al cuerpo de los otros. Esto lo pienso ahora, con la pregunta; aunque desacralizar quizá ya se me hace demasiado mala onda, demasiado fuerte. Quizá se trate más bien un intento de pensar el cuerpo y el gesto como materias dignas de atención.

Con este libro obtuviste el premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardozo y Aragón 2015. ¿Qué suponen los premios para un escritor? ¿Qué lugar ocupan en tu vida?

Significa apoyo económico, publicación, difusión y ¿suerte? Escribo principalmente para mí, para las amistades y, cuando hay generosidad, para quien le interese publicar mis textos; por lo que elegir un libro para concurso implica pensar en un tipo de lector que deberá ponderar el merecimiento o no del estímulo económico o la difusión de la obra. A esto, añádase las maniobras del caos, que el jurado se tome más o menos en serio su trabajo —de hecho, que se lo tome como un trabajo— que las instituciones detrás de los certámenes imprima rumbo y carácter a los mismos, y un largo etcétera.  En todo caso Hazel y yo disfrutamos mucho el dinero del premio, la publicación y las oportunidades que se abrieron después.

En tu opinión, los escritores de países como Guatemala se están enfrentando a la violencia económica de saqueo. ¿Entiendes que esto influye en la escritura?

Sí. Y no solo la escritura, sino también el arte, la artesanía, el comercio, la política, la estética, mami, sus amigas, mis amistades. En el caso especial de la escritura, esta es una cultura, incluso, con pocos mapas, pocos manuales de procedimientos, poca lectura. Excepto como copy en publicidad, el ejercicio periodístico, trabajar en alguna forma de propaganda o en tareas puntuales de producción del objeto que llamamos libro, se espera que la escritura creativa sea de distribución gratuita, por pasatiempo, por fama y gloria —whatever that means— o por cerveza o gran compañía. Desde los primeros versos que escribí para burlarme de mis compañeros de clases entendí que escribir sería una forma de resistencia. Hoy con la gran compañía y un vaso de leche me siento bien pagado. Lo cual no quita que tenga que vivir con la sospecha, o más bien con la certeza, que escritura creativa no es un florero, si no un potente artefacto cultural en el que resguardar la memoria del vecindario.

Un artículo del periódico El País de España dice que el poeta latinoamericano ya no hace revolución. ¿Qué tan cierto es esto? ¿Se puede ser la poesía un factor de cambio?

No sé cómo responder a esta pregunta. Creo, como platicábamos hacer unos días con el poeta Enrique Noriega, y como he leído tantas otras veces en tantas otras escrituras, que el compromiso del poeta está con su idioma. Al menos en principio. Desde el momento en que las poéticas abren a otras posibilidades de mundo y resignifican y remoldelizan el material de las que están hechas, eso ya es una revolución, ¿no? Y gana de antemano, quizá.

Como representante de la literatura mesoamericana actual, ¿qué debe saber la gente al respecto? ¿A quiénes debe leer? ¿A quiénes debe tener de referencia?

El otro día, en un bar subterráneo y muy mala vibra, platicábamos con unas amistades sobre Mesoamérica, y qué significa algo así en tiempos de ampliación del campo de la diáspora, con tanta gente en Estados Unidos,  tantos muertos en los caminos y tantas patrias como vínculos en Internet. No llegamos a nada claro. Casi toda mi familia creció en el Caribe y desde, mi subjetividad, hay por lo menos una Centro América mesoamericana y una caribeña. Por lo menos. Seguro estoy metiendo las patas, pero viviendo en Ciudad de Guatemala —y después de vivir  un chingo de años en el altiplano—, me siento más un caribeño en la capital. A veces. Ahora creo que hay que leer la antigüedad; las poéticas y narrativas pre-hispánicas, las escrituras de la Colonia, los documentos republicanos. También hay que leer a Cardoza, a Salarrué, Eunice Odio, Yolanda Oreamuno. A la vanguardia nicaragüense y a los poetas de las guerras revolucionarias del vecindario. Y, cómo no, la contemporaneidad, la literatura viva de la región, su periodismo, que dan cuenta de esa memoria instalada en la escritura.

Cuéntanos un poco acerca de tu próximo proyecto, ¿qué pueden esperar tus lectores?

Trato de escribir todos los días, entre versos, textos narrativos y, como ejercicio, traducciones. Ahora mismo, con la traducción del poeta Urayoán Noel, se prepara una pequeña plaquette en Estados Unidos, 5 poemas de Miss Muñecas Vudú y uno reciente. Una nueva versión del texto de CafeínaMc está siendo leída por mi amiga Cindy Amarilis Vega en Puerto Rico. Incursiones en dramaturgia, performance y música y, espero, un texto narrativo que lleva en proceso varios años.

Wingston González se ha descrito anteriormente como un documentador.  ¿Por qué? ¿Qué documentas?

Creo que la escritura es la memoria del vecindario, como conjunto, pero también la memoria de cada vecino. En ese caso, lo que intento documentar es mi existencia, como percepción, sobre la Tierra.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Jorge Volpi: "La literatura en cualquier formato... requiere profundidad y concentración"

Foto: Kelvin de la Cruz 
Conversar con un escritor siempre es una experiencia agradable, porque las preguntas tontas suelen recibir respuestas inteligentes o ingeniosas. Eso ha pasado justo con el escritor mexicano Jorge Volpi: el tiempo, insuficiente (10 minutos), voló entre Una novela criminal (obra ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2018 que presentará este martes en Cuesta Libros), el Internet, la política y el poder. Sin embargo, las palabras quedaron… por eso la escritura tiene un valor intangible. 
Algunos críticos han comparado su novela con A sangre fría, de Truman Capote. ¿Qué le parece la comparación? 
Es de inspiración, en alguna medida, igual que otras novelas sin ficción, utilizan un caso real, en este caso un asunto de secuestro en México, para construir una novela.
¿Cuánto tiempo le tomó a usted?
Tres años de investigación y escritura.
Usted es abogado. ¿Cómo compaginó su carrera con la novela?
Sí, yo estudié Derecho; pero hace mucho que no tenía que ver con el mundo de derecho y fue como regresar un poco. Tuve que revisar todo el expediente, que son unas 20 mil hojas, hice muchas entrevistas con los protagonistas y revisé todo el material que había sobre el caso.
La novela tiene unos 200 personajes…
Son muchísimos personajes reales. Si hubiese inventado una novela, no le pondría tantos personajes porque termina uno con confundirse un poco. Como aquí es basado en hechos reales, todos los personajes que tenían una parte importante en la historia, pues había que incluirlos.
¿Cómo calificaría su novela: ficción o no ficción?
Sin ficción, también le llamo novela documental, porque todo lo que se cuenta está basado en un expediente, en el testimonio de alguien o en una fuente confiable. La parte literaria es más bien la construcción del libro, darle el ritmo de una novela negra o policiaca.
¿No hay un poco de Agatha Christie por ahí?
Sí, exacto, se vuelve un poco de novela negra, aunque aquí más que tratar de descubrir al criminal como en una novela policiaca tradicional, aquí empieza la novela cuando la policía en teoría captura a unos criminales. La novela es más bien ir contando todo lo que hace la policía para tratar de inculparlos, cuando probablemente son inocentes.
¿Y es más fácil crear una novela a partir de esto o desde cero?
Pues no es más fácil o más difícil, es distinto por completo. En una novela normal uno usa la imaginación, uno puede llenar los vacíos con lo que se le va ocurriendo y uno va moldeando a sus personajes, aquí no. Aquí todo está hecho por la realidad o por los documentos y, entonces, el reto es más bien qué dejar, qué quitar, de qué manera ir entrelazando entre los distintos episodios, cómo con esos materiales periodísticos ir construyendo personajes que parezcan reales.
Si pudiera definir esta novela en una palabra, ¿cuál sería?
Para mí es mi novela mexicana. Es la novela en la que a través de este caso intento retratar a México.
¿Y cómo usted ve a México ahora?
Ahora, con un poco de esperanza. Tenemos un nuevo Gobierno desde hace dos días, pero el país está sumido en una ola de violencia y corrupción terrible. Entonces, el país va mal, pero ahora mismo hay ese atisbo de esperanza en el Gobierno de López Obrador.
¿Qué espera que suceda con la denuncia de su libro?
Ojalá eso contribuyera a que cambiara el sistema de justicia, a que el nuevo Gobierno haga transformaciones en el sistema de justicia para que sea independiente y transparente, que realmente funcione.
¿Haber ganado el Premio Alfaguara le da esa dimensión?
Sí, le da una dimensión mucho más amplia. Sin el premio seguramente no estaría yo aquí en Santo Domingo presentándolo. No hubiera sido un libro que se hubiese publicado sobre un caso que se vería muy local, pero creo que este libro tiene mucho parentesco con muchos lugares de América Latina, sobre cómo funciona la justicia en nuestros países, la intromisión de la política, ya que pasa constantemente en nuestros países, o la relación que hay a veces muy perversa con los medios de comunicación y el poder político.

¿Qué le parecen los premios? En el caso de Alfaguara ha premiado a muchos latinos, de hecho dice Andrés Neuman que hacen que los libros crucen el charco.
Pues sí, hacen que el libro pase algo que pasa muy poco: circule en todos los países de lengua española.
La gente suele percibir que el éxito del escritor está en ganar premios.
El éxito es muy relativo. Uno agradece los premios, porque permiten este tipo de cosas. Por ejemplo, permite que el libro tenga más lectores, pero no porque el premio en sí haga a un escritor mejor que otro.
Leí que justo hoy lanzaron un podcast del libro. ¿Cómo fue ese proceso?
Pues fue muy interesante. Alguien más hizo la adaptación, no yo. Son cuatro episodios de una hora, dramatizados por más de cincuenta actores participando en la reconstrucción de los hechos. Cada viernes estará saliendo un capítulo; el viernes pasado salió el primero que ya se puede consultar en Podium Podcast.
¿No le pareció extraño que decidieran resumir un libro con tantos personajes?
Siempre es extraño las adaptaciones que se hacen, también se hará serie de televisión más adelante. Son maneras distintas de enfocar el mismo caso basadas en el libro.
¿Qué opinión le merece la situación actual de las editoriales con el boom del Internet?
Creo que son mundos que conviven. Lo malo es que en América Latina seguimos con índices muy bajos de lectura. Ahora también se lee de otras maneras, en el Internet, en las redes, se lee de otra formas, pero esas formas casi siempre son breves y rápidas. La literatura en cualquier formato, en formato de libros, libros electrónicos, requiere profundidad y concentración.
¿Las redes sociales le han ayudado?
Yo solo tengo Twitter. Facebook no lo utilizo, porque no me gusta. Twitter sirve un poco para el debate, para saber qué cosas ocurren en otras partes.
Pérez-Reverte a veces se ve envuelto en situaciones. ¿Es su caso?
No, yo lo utilizo para casos más puntuales, para poner las cosas que escribo para el periódico Reforma, en México; y El País, en España, que suelen ser normalmente de política.
¿La ha abordado en sus libros?
Sí, el poder es uno de los temas que me interesa.
¿Por qué?
Pues no sé, creo que porque estudié Derecho. Supongo que desde ahí me interesó no solo el poder político, sino también el que se ejerce en las relaciones de pareja, relaciones familiares, relaciones de trabajo, en todos esos lugares donde hay poder me interesa analizarlos desde la literatura.
El Internet lo ha cambiado todo, incluyendo cómo se maneja el poder.
Exacto, ya lo vemos: tanto los que resisten el poder, como los que están en el poder, utilizan el internet.
¿Cómo ve ese panorama?
Siempre riesgoso y peligroso.
Las redes tumban gobiernos…
A veces, pero no muchas. Lo vimos con la Primavera Árabe, pero no es que después de eso en realidad sea tanta la fuerza de Internet a fin de cuentas.
Pero crean presión…
Sí, sobre ciertos temas, pero la presión a veces es muy pequeña, duran poco. Muy pocos escándalos duran unas pocas horas o días.
Una novela criminal, en palabras de Jorge Volpi 

Es una novela sin ficción que retrata un hecho criminal muy importante en México y en Francia; es un caso que tiene muchos elementos que pueden ser atractivos para un lector: tiene una historia de amor entre los dos supuestos secuestradores, un mexicano y una francesa; tiene una parte policiaca, de búsqueda justamente de verdad; una parte política, porque al ser ella francesa provocó un conflicto diplomático muy grave entre México y Francia, entre los presidentes Calderón y Sarkozy; tiene una parte de denuncia del sistema de justicia en México; y, además, detrás de todo hay una conspiración.