martes, 24 de junio de 2014

Emilia Pereyra: "Escribir historias verídicas tiene implícito un gran desafío"

Durante el asalto del corsario Francis Drake a Santo Domingo en 1586, se destruyeron los altares y ornamentos de la Catedral Primada de América, se robaron su campanario y se convirtieron sus capillas en prisiones. Después de 426 años, y en el mismo lugar, conversamos con la escritora y periodista Emilia Pereyra, quien recreó parte de lo que sucedió allí dentro y logró plasmarlo en su novela “El grito del tambor”, publicada bajo el sello editorial Alfaguara. 

Foto: Karla Khouri
Usted comenzó a escribir ficción después que descubrió que alguien leyó su diario personal, entonces, ¿por qué decide retomar las historias verídicas? 
Comencé a escribir el diario de seguro porque tenía una tendencia hacia la escritura. Fue como algo natural el escribir historias de ficción primero y luego hacer unos trabajos que se fundamentan en la realidad, que no dejan de tener elementos de ficción porque toda obra no deja de tenerlos. Creo que el tránsito se dio de una manera bastante natural y casi sin darme cuenta un paso fue llevándome hacia otro.

Confiese: ¿No será porque ya perdonó a esa persona?
(Risas) ¡Claro que sí! Ese fue un episodio de mi niñez que además me sirvió para algo muy hermoso: desarrollar una carrera literaria. Creo que tengo suficiente recompensa para sentirme bien con la escritura. 

Escribir una novela de ficción es de por sí un reto, ¿qué supone para su carrera de escritora una novela histórica? 
También escribir historias verídicas tiene implícito un gran desafío. En este caso, que se trata de una novela histórica, el reto es respetar la secuencia de los hechos, pero a la vez enriquecerlos tomando en cuenta que es una obra de creación literaria, trabajar con el lenguaje, con la profundización de los personajes y elaborar lo que digo que debe ser una gran metáfora de la realidad. Pienso que ese fue el gran desafío, no hacer un reportaje o una historia, sino una versión literaria de esos hechos. Ese era el gran reto y yo espero haberlo cumplido. 

Como usted ha dicho “El grito del tambor” es una novela histórica, pero también tiene algunos personajes de ficción, ¿cree usted que el lector notará la diferencia?
Bueno, pienso que si alguien la lee sin haber leído ninguna de las entrevistas en las que toco algunos de esos personajes de ficción, no se daría cuenta. Los personajes de ficción que hay son muy pocos, pero además pudieron existir perfectamente. Creo que se expresan, conducen y piensan de acuerdo al contexto histórico, no sería fácil descubrirlos.

También ha comentado que la novela se basa en hechos reales documentados, ¿podría confirmar si Francis Drake realmente estaba enamorado de la Reina de Inglaterra?
Hay indicios de que sí. En todo lo que pude indagar de Drake encontraba una gran deferencia, una suerte de fidelidad extrema hacia la figura de la reina, entonces fue un poco aderezar, imaginar o suponer que podría haber un nivel de atracción hacia la reina porque ella no le llevaba muchos años y como tu sabes, el poder seduce (risas).

Usted ha dicho que como país no hemos aprendido mucho de las lecciones del pasado. ¿Cree en la frase que reza: “El pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla”? 
Sí, se tiende a repetir constantemente. Lo penoso es que aun conociéndola, en muchas ocasiones, hay una tendencia de los pueblos a repetir errores. Parece que los seres humanos necesitamos sufrir en carne propia los episodios desgarradores, la desazón… Pienso que, efectivamente, hay personas que sí aprenden de las lecciones del pasado aunque no las hayan vivido y las toman en cuenta para no repetir, pero esas son las menos; la mayor parte de las personas vive el día a día sin reparar mucho en lo que les ha sucedido a otros, esa es la realidad, sobre todo en ámbitos tropicales que nos entretenemos con muchas cosas.

Y ya que estamos en la Catedral, ¿que se siente estar en un lugar que fue parte de su historia? 
Me siento como si volviera atrás, a esos momentos en que estaba trabajando con la novela, que fueron para mí muy gratos porque disfruté mucho ese proceso creativo y aprendí mucho. Parte del aprendizaje era hasta fijarme en cada una de las columnas y de las capillas, las formas, darme cuenta de que este piso lo habían cambiado y de cuáles han sido los procesos de restauración que ha experimentado la Catedral, o sea que aquí me siento como en mis aguas, me siento muy bien (risas). 

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