viernes, 27 de diciembre de 2013

Edmundo Paz Soldán: "Hoy se venden más libros que antes, pero la venta se concentra en menos nombres".


Foto: Andi Gómez
"Tener un tirón comercial no significa necesariamente que el libro tenga calidad y viceversa", así lo considera el boliviano Edmundo Paz Soldán, quien con su hablar pausado y tono bajo podría confundir a su interlocutor respecto al poder de sus palabras, sin embargo, este doctor y profesor de Literatura Hispanoamericana, sabe utilizarlas para decir lo que piensa sin tapujos. ¿Será por esto que es escritor?
En 2012 participaste en un libro de relatos de varios autores titulado "Sam no es mi tío", por lo que surge una pregunta muy obvia: ¿Si no es tu tío de quién es? 
(Risas) Creo que el libro en cierta forma trata de jugar con la idea de la relación encontrada o desencontrada que tenemos con Estados Unidos... Tenemos una relación afectiva con ese país, pero no nos sentimos de la familia, no nos sentimos del todo incluidos, entonces creamos nuestra propia comunidad de afectos: las comunidades hispanas. Curiosamente me la pase allá hablando más español que inglés, porque ese país es tan grande que te permite crear tus propios mundos. 
¿Tiene esto algo que ver con el hecho de que sueles tocar la migración y la violencia en tus libros?
Creo que es inevitable luego de más de 20 años viviendo allá. No fue hasta hace 10 años que escribía novelas y libros ambientados en Bolivia y vivía como un extranjero en Estados Unidos. Pero después de tantos años vas echando raíces y te preocupa a dónde va la sociedad norteamericana y, claro, te impacta la vivencia cotidiana. Es inevitable, como está el tema de las armas y el otro tema de la migración que también nos toca muy de cerca. Por suerte, con la victoria de los demócratas creo que hay una esperanza porque su mirada es un poco más conciliadora y más incluyente que la mirada de los republicanos.
Gracias a tu novela "Los vivos y los muertos", Mario Vargas Llosa te elogió como una de las voces más creativas entre los nuevos autores de Latinoamérica, ¿te crees merecedor de ese honor?  
Creo que uno nunca debería creerse merecedor de ningún elogio, más bien debería creerse merecedor de todos los ataques (risas). Yo tengo una idea, no sé si es un problema mío, creo que es un problema de la forma perversa en cómo trabaja nuestra psiquis: si sale una novela mía y salen 10 reseñas, nueve son positivas y una negativa, me acuerdo más de la negativa, me quita el sueño, me va dando vueltas y digo: "Ah, ¡está es la verdad acerca de...!".
¿No es esa una verdad subjetiva?
Claro, son todas verdades subjetivas. Creo que es importante agradecer, obviamente, que una persona de la talla de Mario Vargas Llosa haya dicho algo positivo, pero creo que el día en que te lo creas de verdad comienzas a dejar de funcionar como escritor, y a mí me gusta serlo. Si yo escribo es porque siento que no he llegado a nada, que podría hacerlo mejor y que siempre hay una nueva oportunidad en el siguiente libro que vaya a escribir. Entonces prefiero concentrarme en mejorar los defectos que tengo y, a veces, si me dicen algo positivo, no me lo creo del todo (risas).
¿Y por qué no piensas más en positivo?
O sea, yo pienso en positivo, no es que se trate de falsa modestia, solamente que no trato de enfocarme en eso. He visto que la literatura es muy traicionera y es muy fácil que se te suban las cosas a la cabeza. Yo creo que hay que mantener cierta distancia de todo eso.
Coincidencialmente el escritor dominicano Pedro Antonio Valdez en su libro "La salamandra" critica que los poetas tienen el ego muy elevado, ¿eso pasa con todos los escritores?
El ego del escritor es muy frágil porque estás trabajando con símbolos. Hay uno que otro escritor que conoces que le ha ido bien comercialmente, pero la gran mayoría funciona a partir de símbolos, es decir, de buenas reseñas, de si te invitaron acá o no te invitaron, y es como un ego muy frágil e hipersensible. Esa es una paradoja. Por un lado es un gran ego, y por otro es muy frágil. Por un lado es un ego muy fuerte, pero si lo sueltas se cae. Es como un gallo sacando el pecho por su libro y apenas escucha una frasecita mal, ya está deprimido tres días. ¿Será para tanto? O sea, sí, nos pasa a todos de alguna forma.
Tu libro "Palacio quemado" toca el tema sobre si la palabra puede transformar a un país, tú como escritor, ¿crees que es posible?
Sin duda, creo que si ves nuestra historia latinoamericana, han sido más las palabras que los hechos. Nosotros tenemos una larga historia de caudillos populistas que han encendido las plazas a través de su gran oratoria y han impactado a pueblos enteros. Creo que en nuestros países se ha dado mucha importancia a este tipo de carisma, muchas veces más que a los hechos concretos de qué es lo que hacen. A veces no hay coherencia entre las palabras y los hechos. Así es que sí, estoy seguro de que la palabra tiene un gran efecto. En la literatura muchas veces puedes ganar cosas de uno en uno, es un trabajo de hormiga, muy lento. De vez en cuando puedes tener un gran efecto como Gabriel García Márquez, pero en general la literatura es muy restringida en sus efectos, en comparación con la política. Son diferentes formas de utilizar la palabra. Es por eso también que muchos escritores en Latinoamérica se han visto tentados a entrar a la política, claro porque ven a la literatura como un campo restringido y entonces tienen esa necesidad de salir a la esfera pública, de hacer algo más concreto para cambiar las cosas.
¿Te gustaría incursionar en la política?
No. Me interesa la política, escribo mucho sobre política y alguna vez pensé que podía ser político, pero me di cuenta de que mi carácter no sirve para ello; no tengo el carácter del político, que es muy peculiar, que necesita de cierta intensidad que no tengo (risas). Creo que como escritor necesito el contacto con la gente, pero también el poder de refugiarme en mi cueva, es un vaivén que creo que en política es diferente.
En este año el diario El País publicó un artículo que dice que el poeta latinoamericano ya no hace revolución...
Lo que pasa es que todo funciona de una manera muy indirecta. Yo creo que la poesía tuvo un momento dorado en la literatura latinoamericana del siglo XX, y quizás en este momento hay poetas muy importantes, pero tal vez no tienen la presencia pública que tuvo en el siglo pasado Neruda u Octavio Paz. Sí, puedes decir que algo ha cambiado, pero no creo que sea con la calidad de la poesía, sino por lo que se mueve la poesía, que quizás se mueve a través de circuitos más secretos y ya no tiene la presencia tan fuerte en las plazas públicas a las que todo el mundo acudía.
El Día del Libro escribiste para el diario El País el artículo "Los siete libros que no te conviene rechazar" en el que expresaste: "...cada vez es más fácil que un buen título se pierda, un notable autor sea olvidado, la obra "menor" de un grande no sea tomada en cuenta..." ¿Temes que esto suceda con algún libro tuyo?
(Respira profundo) Creo que esto ya me sucede (risas). Es muy difícil, lo que sucede es que hoy se venden más libros que antes, pero la venta se concentra en menos nombres, es decir, tienes más gente que compra pero que lee "Los Juegos del hambre" o "Las cincuentas sombras de Grey". Hay unos cuantos títulos que acaparan el 70 u 80% de los lectores, que quizás sea menos... no hay un término medio que te permita desarrollar una carrera con la que te puedas dedicar solamente a la escritura, eso es bastante utópico en la literatura latinoamericana, entonces no me siento ajeno a esto, pienso que me sorprende mucho descubrir grandes libros que pasan desapercibidos; ya no es una excepción, pienso que es la nueva regla. Tener un tirón comercial no significa necesariamente que el libro tenga calidad y viceversa. Puede ser que escribas muy bien, pero eso no indica que mañana vamos a estar hablando de ti. Claro, la industria cultural se mueve, es un monstruo que hoy necesita estos grandes nombres para poder moverse en todos los países y con esos grandes nombres es muy fácil que muchos títulos y editoriales buenos se pierdan. Es difícil competir con tanta publicidad y con tanta concentración de capitales en pocas manos. Si te gusta la literatura, ni modo, quizás esas sean las reglas del juego y hay que jugar.

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