martes, 8 de abril de 2014

El miedo, una emoción tangible en ¨El violín de la adúltera¨


Quizás sea por el morbo de saber que a alguien le están pegando los cuernos, que "El violín de la adúltera" es de esos libros que atrapa al lector desde el título. Lo cierto es que a medida que avanzan las páginas, el protagonista de esta historia, el abogado Néstor Luciano Morera, se encarga de mostrarnos una emoción que todos hemos sentido alguna vez y que nos avergüenza admitir: el miedo. 

Para Néstor, el miedo era el eje de su vida. Tenía miedo al qué dirán. Tenía miedo a decir lo que pensaba. Tenía miedo a las mujeres. Tenía miedo a que lo vieran intimar con un homosexual. Tenía miedo a enfrentarse con sus propios miedos. Tenía miedo hasta de existir, por lo que era tímido y le aterraba la pequeñez de su alma. Pero, irónicamente, a lo único a lo que no le tenía miedo y, de hecho, hasta se complacía en decir reiteradas veces, era de llamarse a sí mismo: "Cobarde con memoria". 

Sí, el miedo nos hace humanos, pero de ahí a que defina nuestras vidas hay un trecho muy amplio. Y eso le pasaba a Néstor. Sin embargo, debemos aclarar que él no era del todo culpable de sus temores. En esta novela se puede apreciar que la sociedad es culpable de infundir temor, ya sea a través de la cultura, a través de la política, a través de las religiones o a través de ciertos personajes, cuyo principal placer es el de causar pánico. 

La historia de "El violín de la adúltera" transcurre en una época que para muchos dominicanos es la causa de sus pesadillas: La dictadura de Trujillo. Por lo que no es de extrañar que muchos de los fantasmas que acosaban a Néstor fueran los mismos que asediaban a los residentes de "Ciudad Trujillo". ¿Uno de ellos? El teniente general José Arismendy Trujillo (Petán), director de La Voz Dominicana, entidad en la que laboraba el protagonista de la novela. 

Otros temores que sentía Néstor provenían de esas voces culturales que, aún hoy, seguimos escuchando. Por ejemplo, algunas de las frases que aparecen en el libro y que han sido extrapoladas de nuestra realidad aluden al machismo: "A los hombres no los han educado para gemir las penas", y por eso Néstor trataba -aunque en vano- de no llorar. "Llorar es de pendejos", y por eso Néstor se aguantaba aún más el llanto. "Escribir un diario no es cosa de hombres", y por eso a Néstor le aterraba que le encontrarán escribiendo sobre su vida. Y en el momento en que empezó a recibir los anónimos que le alertaban de que su mujer le pegaba los cuernos, Néstor tuvo miedo de que la gente se enterara.

El miedo, esa palabra tan corta, pero tan poderosa, nos puede controlar de tal manera que nos puede quitar las ganas de soñar y en el peor de los casos hasta las ganas de vivir. Andrés L. Mateo, sin lugar a dudas, ha escrito una novela que nos hace reflexionar al respecto. Quizás no era su objetivo, quizás sí, quién sabe, más adelante podremos preguntarle al respecto, aunque como dice el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, Premio Alfaguara 2011: "Las novelas no dan respuestas, más bien tratan de hacer más preguntas".

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